AÑO DE PUBLICACIÓN: 2.007.
«Sólo una mañana me miré sin pretenderlo al espejo y no me reconocí»
Esta historia trata sobre un pueblo azotado por la violencia y la vida de uno de sus habitantes, Ismael, quien es un maestro jubilado apasionado por los cuerpos femeninos jóvenes, nos cuenta todas las tristezas y dolores que tienen que vivir en este lugar y sobre todo el rehusarse a perder un ser querido.
La narración de las historias de los personas que confluyen con Ismael, una especie de resumen de todos los personajes porque al tratarse de un pueblo, casi todos los personajes se conocen y a él casi todos lo conocen porque al ser un maestro jubilado de avanzada edad, ha tenido que ver con la educación de muchos de sus habitantes; da inicio con Ismael husmeando por la pared de su patio que da a la de sus vecinos, una pareja joven que no tiene demasiado problema con el viejito mirón, su esposa lo increpa diciéndole que todo el mundo se da cuenta y él tratando de ocultar el hecho, además de estar husmeando la descripción del lugar es hermosa porque da cuenta de la abundancia del lugar por la voluptuosidad descrita, como una especie de paraíso, Ismael está tratando de alcanzar naranjas del palo que da con el patio de sus vecinos, hay guacamayas, está Giraldina tirada tomando el sol semidesnuda, hay agua, mucha naturaleza y hay sol.
«pues mírame, gritaba su otra boca, y lo gritaba a pesar de mi vejez, o, más aún, por mi vejez, mírame si te atreves.»
Casi que inmediatamente resurgen los momentos de violencia y desapariciones que siempre ha vivido este pueblo, al mismo tiempo nos damos cuenta de que Ismael está perdiendo la memoria. Y todo empieza a tomar un ritmo frenético de confusión en el que algunos de los buenos se confunden con los malos, en el que se empiezan a llevar a cabo abusos sexuales, crueles asesinatos, desapariciones y abusos de fuerza en general en contra de los habitantes; la desparición más impactante es la de la esposa de Ismael, pues al tratar de buscarlo, por que él siempre quería estar saliendo a deambular a pesar de lo que está pasando con su memoria y del desgaste de su cuerpo por su edad, y justo en el mismo momento él vuelve a la casa y es como si el uno persigue al otro pero jamás se encuentran.
«Déjalo mirar, dice de pronto Cristina, asomando mucho más su cara sudorosa, examinándome, que a él le gusta. Noto en su voz que está borracha, drogada.»
El final de esta obra además de ser desgarrador es perturbador, porque hay un cuerpo que está siendo vejado por un grupo de soldados, no sabemos de cuál ejército, es otro cuerpo que representa el rehusarse a perder un ser querido pues este personaje no quiso irse a pesar de que su familia había desaparecido al parecer secuestrados, pero también refleja los abusos que cometen en contra de cualquier lugar para borrarlo.
«-Deja que viva el que viva -me diría Otilia, estoy seguro-, y que muera el que muera, tú no te metas. Casi escucho su voz.»
En cuanto a mi opinión al respecto de la obra, creo que es una obra literaria colombiana magnífica que logra retratar la cruda realidad de muchos lugares que han sido o están siendo victimas de la violencia, en los que hacen cosas tremendamente dolorosas que uno a veces se olvida de lo que es capaz alguien enfermo por violentar de cualquier forma al otro, estos personajes armados llegaron a someter a sus vejaciones a todo el mundo, los desaparecieron, los mataron, mutilaron, secuestraron y violaron, no discriminaron edad, género o posición. Para tener tan pocas páginas está demasiado bien lograda y condensada. La recomiendo sin lugar a dudas porque aunque habla de un lugar específico, real o imaginado, es la historia que puede vivir cualquier pueblo sometido.
«Escucho el ruido de botas, próximo, idéntico al miedo, igual que si desapareciera el aire alrededor; uno de ellos me tiene que estar mirando, me examina ahora desde la punta de los zapatos hasta el último cabello, afinará su puntería en mis huesos, pienso»