Incendiar establos – William Faulkner

Autor: William Faulkner.

Título original: Barn burning.

Publicado originalmente en Harper´s magazine en junio de 1939.

Este cuento hace parte del libro «Cuentos reunidos», primero en la sección El campo.

El cuento es protagonizado por Coronel Sartoris Snopes, un niño, y su padre Abner Snopes, un excombatiente de la guerra. Como personajes secundarios (no tan relevantes en la historia) la madre de Sartoris, la tía y sus dos hermanas. El personaje de hermano mayor de Sartoris también podría contarse como personaje principal, pues es quien ayuda a Abner a realizar ciertas actividades en las que se ven envueltos toda la familia, y por las cuales deben estarse mudando, al parecer, cada determinado tiempo -en el relato se cuentan alrededor de diez veces o más-.


Antes de pasar a contar un poco la historia, es necesario denotar que la narración pasa de primera persona (desde el punto de vista de Sartoris, hijo menor de Abner) a la voz de un narrador (tercera persona). También, que la locación es en el sur de los Estados Unidos.

Adentrándonos en la narración, magistral en mi opinión, inicia con la conciliación de un pleito entre un hombre (Harris) – quien asegura que Abner ha incendiado su establo después de enviarle a un negro un poco raro. Forastero, a lo mejor. a decirle lo siguiente: «Dice que le diga que la madera con el heno arde fácil.»-; Abner y un juez de Paz (o algo similar); también Sartoris quien está escondido presenciando la escena. 

Desde este momento se evidencia la situación en la que se encuentra esta familia, pues parece que atraviesan una situación austera, pues mientras Sartoris escucha lo que se habla en la sala, que está llena de latas de comida y que tiene un olor a queso y carne sellada, dice que lee las etiquetas con el estómago (lo que podría interpretarse como hambre).

Mientras percibe todos esos olores de comida (y me imagino que desea abrir esas latas) va escuchando cómo su padre lo pide para que «atestigüe» y deje claro que no ha sido él quien provocó el incendio del establo del señor Harris. Aquí, vemos como se ve enfrentado, un niño de a lo sumo diez años, ante un tribunal para mentir por su padre; pues a lo largo de la historia se va descubriendo la fascinación de Abner por el fuego y por meterse en líos como este. 

Al final del pleito, el juez le recomienda a Abner irse del lugar (lo cual Abner tenía pensado, pues el resto de la familia lo estaba esperando con todo listo en una carreta), consejo que toma y se va a una cabaña que ya tenía alquilada, creo que no tan lejos de ese primer lugar. Cuando llegan a su nueva casa, mientras algunos se quedan organizando, se dirigen, con Sartoris, a una enorme cabaña cerca en la que se encuentra el coronel Spain (con el cual, Abner había pactado la cabaña y algún trabajo). 

Antes de entrar a la casa de Spain, Abner muy a propósito se para sobre un excremento y lo frota en uno de sus zapatos, y al entrar mancha una alfombra blanca, restregándole el pie sucio. Lo cual lo hace meterse en un lío, otra vez, pues el coronel Spain le exige que la limpie, como se la devuelve en tan mal estado le exige que le debe pagar con trabajo; después Abner quiere demandarlo porque le parece demasiado caro el precio que le exige por una alfombra (con el mismo juez de paz quien se pone en favor de Spain, naturalmente), lo cual lo desborda y lo lleva a cometer otra de sus estupideces, acompañado de su hijo mayor.

Cuando leía la historia, al menos en el punto en que se encuentra al juez en un almacén, y este último se pone en favor de Spain, pensé que Abner era un desafortunado que nada le salía bien; pero cuando pensé bien la situación y se miran los elementos que han conformado su vida y a los padecimientos que ha sometido a su familia (con tantas mudanzas), creo que a este hombre de verdad le gustaba meterse en problemas, y mas que eso, buscar motivos para incendiar y causar daños… 

El final es conmovedor, porque Sartoris enfrenta una difícil situación en la que debe elegir entre hacer el bien y evitar un funesto suceso, y la lealtad hacia su padre; más que proteger a su padre, a su familia. Sin dudas, el final es bellísimo (en mi opinión) porque a pesar de lo que cree Sartoris que ha sucedido y de saber lo que su padre hace y es capaz de hacer, lo recuerda y lo piensa como un hombre bueno y valiente. Lo cual es hermoso, pues muchos de nosotros olvidamos algunos malos actos o decisiones al momento de juzgar a alguien que se ama, como en este caso, un padre.

Citas

A continuación encontrarás algunas citas en las que se evidencia la escritura prolija, bella y sensible de este autor norteamericano.

     «…el fogón destartalado, las camas y las sillas medio rotas, el reloj con incrustaciones de madreperla, que no funcionaba, parado a unos catorce minutos después de las dos de un día y una época apagados, olvidados, que formó parte de la dote de su madre. La madre lloraba, aunque al momento en que lo vio se pasó la manga sobre la cara y empezó a bajar de la carreta.»

     «Él lo que quiere es que mienta – pensó, y volvió a sentir el mismo frenesí de tristeza y desesperanza-. Y voy a tener que hacerlo».

     «El tiempo, el mundo de la fluidez, apretó entonces su discurrir de nuevo bajo sus pies, y las voces volvieron a llegarle claras, confusas, en medio del olor a queso y a carne sellada, en medio del miedo y la desesperanza y la antigua tristeza de la sangre:»

     «Para siempre -pensó-. A lo mejor ahora se da por contento, ahora ya que ha…» e interrumpió el pensamiento, que no llegó a formular del todo ni siquiera para sus adentros.»

     «Era probable que su padre ya hubiera acordado un empleo de aparcero en otra propiedad antes de… Tuvo que interrumpirse de nuevo. Él (el padre) siempre obraba igual.»

     «Te estás haciendo un hombre. Tienes que ir aprendiendo.  Has de aprender a ser fiel a los tuyos, a la sangre, porque si no te quedarás sin sangre a la que ser fiel.»

     «Están a salvo de él. Las gentes cuyas vidas formen parte de esta paz, de esta dignidad, están fuera de su alcance; no pasará de ser una avispa zumbona: capaz como mucho de picar un momento, pero nada más; el embrujo de esta paz y de esta dignidad da incluso a los graneros, a los establos, a los pesebres, algo que los protegerá de todas las malvadas llamas que sea capaz él de prender…»

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